El día de ayer, durante una reunión de padres que preparamos a nuestros hijos para recibir la Primera
Comunión, se realizó una lectura de reflexión sobre nuestra fe en Dios y los momentos en los que las circunstancias la ponen a prueba. Me tocó en suerte dar mi opinión y sin querer tuve que regresar al momento en que mi hija murió y cómo lo afrontamos mi esposo y yo.
Comunión, se realizó una lectura de reflexión sobre nuestra fe en Dios y los momentos en los que las circunstancias la ponen a prueba. Me tocó en suerte dar mi opinión y sin querer tuve que regresar al momento en que mi hija murió y cómo lo afrontamos mi esposo y yo.
Debo decir que han pasado muchos años y he vivido muchas experiencias que me hacen creer que lo he superado en gran medida y ahora puedo vivir de una forma más positiva con ello, pero igual me fue difícil tomar la palabra y compartir el tema. Cada vez que la circunstancia me hace compartir le hecho con otras personas mi primera reacción es hablar de modo que nada pueda sr mal interpretado y que a la vez puedan tener una idea de lo que significó para nosotros. Y es muy difícil. Parece que algo dentro de mí me dijera que debo hacerlo con la mayor delicadeza pues de otro modo algo se quiebra dentro de mí. Es como tener un jarrón extremadamente fino guardado en una vitrina especial, pero de pronto debes sacarlo y llevarlo a otro sitio y luego guardarlo de nuevo, y entonces todas las precauciones son pocas para caminar con él entre manos.
No sé si algo así les pasa a otras personas (me gustaría saberlo!!!) pero, para quienes no saben cómo podrán un día superar el dolor, les comparto esto, pues, ya ven, el dolor nunca se va del todo, pero con el tiempo y el esfuerzo por lograrlo, va ocupando un lugar más profundo pero que al mismo tiempo te permite reiniciar una vida. La pena se queda como parte de tu alma, pero hace las paces contigo y te ayuda a vivir de nuevo y, en ocasiones, a ayudar a otros a hacer lo mismo.
Más allá de lo anecdótico de esta experiencia, quería compartir lo que fue el tema central de ese momento: la pregunta sobre la postura que una persona puede o debe tener en casos de extrema gravedad, vida o muerte, y la fe en Dios. ¿Qué esperar? ¿Qué hacer?
Antes que nada debo decir que no soy especialista ni tengo una respuesta ganadora. Sólo quisiera dar mi perspectiva sobre el tema de la fe en el momento más difícil que un padre o madre pueda atravezar. He visto en algunos blogs muchas discusiones al respecto y veo, de una y otra posición, cosas bastante extremadas que creo que nacen del desconocimiento y el antagonismo (de aquello que no conozco y no quiero conocer porque me cuestiona). Yo soy una persona creyente y no concibo la vida de otro modo, sin embargo respeto a quienes no tienen la misma visión pero ofrezco la mía como un referente para quien le sea útil.
Para ser muy honesta, en un primer momento no hubo nada: ni pensamientos ni reflexiones profundas y espirituales ni recriminaciones a Dios ni nada. creo que no pude pensar porque sólo sentía un dolor tan terrible que parecía un pozo negro y profundo en el que caes sin poderte detener. Nada más. Sólo un vacío inmenso y un dolor taladrante en el alma. Pero unos días más tarde, cuando aterricé un poco y acepté la realidad de la muerte de mi bebé, me di cuenta de que debería vivir con el vacío indescriptible que me dejó su ausencia, y dos cosas estuvieron muy claras:
- Creo firmemente que Dios no se llevó a mi hija porque no anda “llevándose angelitos”. Simplemente murió porque así fue. Con responsabilidades de terceros o de forma casual, fuera como fuera, no fue el “deseo” de Dios ni de nadie. Porque Dios es mi Padre y jamás podría desear mi sufrimiento. Entonces… ¿por qué no me hizo el milagro que le pedí? No lo sé. Pero si lo amé cuando concebí esa bebé y le di gracias con todo mi corazón por haberme dado esa vida, debía darle gracias por el tiempo que la tuve, aunque fuera corto y me dejara desecha al partir.
- Lo otro de lo que estuvimos seguros, es que si creemos en Dios, y sabemos que es el AMOR perfecto, quien está en Él tiene, por fuerza, que estar mejor, plena y feliz, que acá conmigo, aunque me doliera en las entrañas aceptarlo y mi amor de madre no fuera suficiente para negarlo. Yo amaba a mi bebé, pero debía reconocer que una cosa eran mis deseos de tenerla en mis brazos, y otra que en ellos ella estuviera mejor que estando con Dios. Alguien que no tenga fe en Dios, que no sea creyente, no lo entenderá pero quienes sí lo hacen confío en que sepan de lo que hablo.
Estoy totalmente de acuerdo contigo, la diferencia es abismal. Por un lado la desesperación más terrible que puede existir (la veo en muchos blogs de mamás que han perdido a un hijo) y por otro lado el dolor esperanzado.
ResponderEliminarPero fíjate que me atrevo a ir más lejos todavía...como sabes hace seis meses que perdimos a nuestro hijito y ahora mismo puedo sentirme feliz de saber que un hijo mío está en el cielo. ¿No es mi misión enseñar a mis hijos el camino del cielo? Tal vez no lo consiga con sus hermanos pero con Kai estoy segura. Esto es una gracia que no todo el mundo tiene, no es mérito mío sino del Señor que me permite tener Paz en medio del dolor y comprender esta verdad. Y siento que es una gracia, que por otro lado no merezco porque a muchas personas esto no les sucede nunca.
Mi madre, por ejemplo, perdió a su primer hijo hace muchooos años y jamás ha podido verlo así, siendo como es creyente...
Tienes un blog excelente, muchas gracias.
Lo que comentas es muy interesante, porque describes la realidad. ¿De qué depende? No lo podría decir, pero creo que nace del querer que suceda, no esperar la "magia" de la fe sino trabajar desde el corazón para "anidar" esa gracia...
ResponderEliminarSobre la misión de enseñar a los hijos el camino del señor, estoy de acuerdo. Ni tú ni yo hubiéramos elegido el sistema, Dios lo hizo, pero si tenemos fe, podremos sobrevivir, primero, y vivir, luego, mejor y con una experiencia de vida que cambia nuestro espíritu para siempre.
El blog es tuyo y de todas las personas que creen que en el compartir hay un dar.
Un fuerte abrazo y los mejores deseos para ti.