Navegando por la red he conocido algo de una mujer muy especial, porque dedicó gran parte de su vida a trabajar ayudando a la gente a prepararse para morir. A muchos les parecerá algo macabro, sin embargo puede ser un servicio tan valioso e importante como ayudar a nacer.
Elisabeth Kübler-Ross (1926-2004) fue una médico psiquiatra, nacida en Suiza, sobreviviente de un campo de concentración, que estudió por muchos años la transición entre la vida y la muerte, e hizo de ese proceso el objeto de su estudio, su práctica y su docencia. Parte de esos años de investigación desarrolló un modelo que lleva su nombre (modelo Kübler-Ross), que define el proceso del ser humano, al enfrentar la idea de su propia muerte, en 5 etapas: 1) negación, 2) ira, 3) negociación, 4) depresión y 5) aceptación.
Sin embargo, aunque dedicó mucho de su vida al acompañamiento de moribundos apoyándolos en su encuentro con la muerte, a ellos y a sus familias, la parte más notoria de su trabajo probablemente no sea esa sino una mucho más controversial: sus investigaciones sobre la vida después de la muerte.
Esta mujer con un abundante trabajo alrededor del mundo, más de veinte libros publicados, y merecedora de 23 doctorados honoríficos en diversas universidades, sostuvo su verdad pese a la oposición de importantes médicos que concedían poco valor a sus teorías y a sus métodos, por considerarlos poco científicos. Su perseverancia y la fuerza de los testimonios que recibió a lo largo de los años, la mantuvieron firme y le ayudaron divulgar con rigurosidad científica que la muerte no existe como la concebimos, sino que es una transformación natural, como la de la oruga que luego se convierte en mariposa.
Pionera en la investigación de las experiencias cercanas a la muerte, concluyó que existe, indefectiblemente, vida después de la muerte, y ésta no sólo fue una certeza profesional sino una creencia personal de tanto valor que la animó a dedicar su vida a estudiar miles de casos en todo el mundo, de personas de distinta raza, religión y edad (la más joven de dos años y la mayor de 97 años), que habían sido declaradas clínicamente muertas y que fueron llamadas de nuevo a la vida, para que el resultado de su investigación ayudara a las personas a valorar la muerte y verla como una transición natural hacia otro estado de vida, no como lo peor que puede pasar. Claro que nuestros sentimientos de pérdida ante la abrupta separación son naturales y generalmente inevitables, pero pueden sobrellevarse mucho mejor si creemos que no es el final.
Escribe la investigadora en uno de sus libros: “La muerte es el paso a un nuevo estado de conciencia en el que se continúa experimentando, viendo, oyendo, comprendiendo, siendo, y en el que se tiene la posibilidad de continuar creciendo. La única cosa que perdemos en esta transformación es nuestro cuerpo físico, pues ya no lo necesitamos. Es como si se acercase la primavera, guardamos nuestro abrigo de invierno sabiendo que ya está demasiado usado y no nos lo pondremos de todas maneras. La muerte no es otra cosa”.
El contenido de sus publicaciones está basadas tanto en las experiencias de pacientes a quienes asistió en los últimos tiempos, como también en los testimonios de quienes hablaron con ella luego de haber regresado de la muerte. Dice la Dra. Kubbler -Ross que eran “casos de pacientes que estuvieron clínicamente muertos durante algunos minutos y pudieron explicar con precisión cómo los sacaron el cuerpo del coche accidentado con dos o tres sopletes. O de personas que incluso detallaron el número de la matrícula del coche que los atropelló y continuó su ruta sin detenerse. Una enferma que sufría esclerosis y que sólo podía desplazarse utilizando una silla de ruedas, lo primero que me dijo al volver de una experiencia en el umbral de la muerte fue: «Doctora Ross, ¡Yo podía bailar de nuevo!», o niñas que a consecuencia de una quimioterapia perdieron el pelo y me dijeron después de una experiencia semejante: «Tenía de nuevo mis rizos». Parecían que se volvían perfectos. Muchos de mis escépticos colegas me decían: «Se trata sólo de una proyección del deseo o de una fantasía provocada por la falta de oxígeno.» Les respondí que algunos pacientes que sufrían de ceguera total nos contaron con detalle no sólo el aspecto de la habitación en la que se encontraban en aquel momento, sino que también fueron capaces de decirnos quién entró primero en la habitación para reanimarlos, además de describirnos con precisión el aspecto y la ropa de todos los que estaban presentes”. ¿Cómo podría ser esto posible si no es verdad lo que afirman?
Un caso impresionante es el que una pequeña de doce años que estuvo clínicamente muerta y volvió a la vida. En su viaje fuera de su cuerpo ella se vio abrazada por un hermano con mucho amor y ternura, sin embargo, al despertar y contarle esto a su padre, le dijo: «Lo que no comprendo es por qué soñé con un hermano si no tengo uno», a lo que su padre llorando le contó que, en efecto, ella había tenido un hermano del que nadie le había hablado hasta ahora, porque había muerto tres meses antes de su nacimiento.
Según la Dra. Kübler-Ross, un punto importante en estas experiencias es que la profundidad del impacto hizo que quienes vivieron experiencias del umbral de la muerte ya no tenían luego miedo a morir, ni siquiera los niños, y es ésa posiblemente la mejor lección, la mayor certeza de que la muerte no debe enfrentarse como un final, sino sólo como un nuevo comienzo. Si bien éste es un tema que se relaciona mucho con la religión y también con las costumbres culturales, ya bien entrados en el siglo XXI debemos ser críticos, analíticos, y dejar de repetir y transmitir prácticas que muchas veces no sólo no tienen sentido sino que no ayudan mucho a nadie. Por eso es importante pensar en la muerte y no escurrirnos del tema por temor a atraer “la mala suerte” o esperar a estar en una sala de urgencias para hablar sobre ello. Debiéramos poder tocar el tema en la pareja, en la familia, para poder sentar algunos principios que en el momento necesario, aún cuando surja de improviso, puedan ayudarnos a apoyar a quien va a morir o a, como dice la Dra. Kübler… a transformarse.
Desde 1995 la Dra. Elizabeth Kübler-Ross sufrió una serie de problemas de salud, incluso una apoplejía, y vivió sus últimos años con muchas limitaciones de salud, pero ya cercana al final, cuando le preguntaron si temía a la muerte, ella respondió: “No, de ningún modo me atemoriza. No tenemos nada que temer, pues la muerte no es el fin sino más bien un radiante comienzo. Nuestra vida en el cuerpo terrenal sólo representa una parte muy pequeña de nuestra existencia. Nuestra muerte no es el fin o la aniquilación total, todavía nos esperan alegrías maravillosas”.
Elizabeth Kübler-Ross falleció en Estados Unidos en agosto del 2004, con el coraje que aprendió de sus pacientes más pequeños. Sólo pidió que la despidieran con alegría, lanzando globos al cielo para anunciar su llegada.
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