miércoles, 15 de septiembre de 2010

María Laura nació hace doce años

María Laura en brazos de su padre,
siete días aproximadamente.
Hoy mi hija María Laura hubiera cumplido doce años.
La vida hizo que sólo pudiera tenerla doce días. Intensos y preciosos... pero son tan poco doce días...!

Pero ya no lloro. Creo haber llorado tanto los primeros años que pensé que ya nunca podría llorar otra vez, pero no fue así. Sólo aprendí a vivir con la pena y a sentirla muy dentro de mi corazón sin que mis ojos se inunden, mi garganta se cierre y nada pueda detener las lágrimas que se agolpaban entre mis párpados y el corazón.

Muchas veces pienso qué hubiera pasado de ser otro el destino... cómo luciría hoy....aún en contra del profesor de historia que me enseñó que "nunca es buen negocio pensar en la historia de lo que pudo ser y no fue". pero al poco me controlo y trato de no pensar, mejor dicho, de no volver al martirio del sufrimiento vano, absurdo.

Repaso las pocas fotos que tengo de ella (pues pensé que tendría toda la vida para tomarle más) y siento que tanto amor tiene que encontrar un día su destino. Pienso en ella con amor infinito y con una tristeza sorda... casi transparente. Como esas cosas que tenemos sin saber por qué pero incapaces de deshacernos de ellas.

Trataré de huir de la nostalgia y volcar ese amor en mis hijos, mi familia... un año más.

2 comentarios:

  1. Que preciosa beba, hace 12 años ya y se lee tan fresco y a la vez tan elaborado todo.
    Que difícil es no sentarnos a pensar en como hubiera sido todo! Que difícil es no contar fechas y no imaginarnos junto a ellos.
    Mi gran consuelo, mi gran ilusión es que algún día la vida me va a premiar con otros hijos para amar y ver crecer. Y que algún día también me la encontraré a mi bebé en ese cielo.

    Un abrazo fuerte fuerte en este día especial.

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  2. Gracias, Ceci, por tus palabras.
    Lo que dices es cierto, es muy difícil no entregarse a los brazos de la nostalgia y la imaginación febril, pero luego de muchos años de llorar, sé que no es sano, ni me acerca más a ella.
    El Señor me dio la bendición que tú esperas, y que de seguro también te llegará, y María Gabriela nos acompaña con su alegría, pero el espacio de su hermana es suyo, y nadie jamás lo podrá llenar.
    Y... ¡eso te lo aseguro! nos encontraremos un día en el cielo.
    Gracias, una vez más por escribir, y espero que estas reflexiones o pensamientos en alta voz te sean útiles en algún momento y te ayuden a ver claro el amor que se esconde más allá de las lágrimas.

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