Sólo quisiera decirle a quienes se sientan así, que es normal, que no están mal por sentir que se hunden en un pozo negro y sin fin. Todo es parte de un proceso de separación lento y doloroso, que parece más difícil cuánto más se amó, y es una nueva forma de vivir que requiere toneladas de valor y coraje.
Esta vez me limitaré a resaltar cinco cosas que he escrito de seguro en alguno de los post de este espacio que existe para ustedes:
- Aunque tu hijo(a) no esté contigo, sigues siendo su madre. Entiéndelo y asúmelo como parte de tu vida. Saberlo no eliminará la pena ni el dolor pero puede ayudarte a encontrar un nuevo sentido a tu vida: aprender a ser la madre de un hijo(a) aunque no lo veas o no esté a tu lado.
- Generar sentimientos de culpa o rencor no es parte del amor. Muchas situaciones pasan por temas médicos o de circunstancias en que no hubo un “control” que impidiera el suceso. Como fuera que sucedió, el rencor contra uno mismo o contra otra persona no revivirá a nuestros hijos, pero sí puede llenar con ira o con sentimiento de culpa un espacio que debe ser únicamente para el amor. Es necesario perdonarse y perdonar, y sólo así empezaremos a sanar y podremos amar a nuestros hijos que no están como debemos amarnos a nosotros y los demás.
- Cada uno tiene un proceso distinto y un tiempo distinto. Vivir cada día después del dolor tan desgarrador que significa la pérdida de un hijo es una de las tareas más difíciles que tiene por delante un ser humano y no existe un “tiempo” que se pueda considerar adecuado para “volver a la normalidad”… ni siquiera sabemos cómo seremos luego de una experiencia así. La mayoría cambiamos en alguna medida, y hay que crear una nueva “normalidad”, por eso es importante no desesperarse, tratar de pasar las etapas de duelo en la medida en que sea posible, con calma y sin reprimirse. Hay que llorar, gritar, dormir… lo que cada madre considere necesario para su salud mental y su capacidad de supervivencia. (Yo caminaba como demente… eso me ayudó mucho a no alocarme y gastar de una forma sana esa energía espantosa que te da el dolor y que no sabes cómo procesar). Llorar, aislarse, renegar, deprimirse son maneras en que nuestro ser reacciona… y son procesos válidos que en un momento dado nos permitirán superar la experiencia y comenzar a vivir de nuevo.
- Ten presente que la muerte es también un nuevo nacimiento. Tu hija(o) está naciendo a otra vida y así también tú puedes iniciar una nueva en la que el dolor, la frustración y la angustia en un momento empiecen a dar paso a la vida, dándonos una fuerza inesperada y la capacidad de ser mejores, más humanos, más comprensivos. No creo en anidar en el sufrimiento como si fuera el hijo perdido, en quedarnos ahí de forma persistente (y masoquista) pues eso es dañino y no tiene ningún sentido ni nos ayuda en modo alguno. Creo positivamente que ninguno de nuestros hijos quisiera vernos sufrir sin consuelo con el corazón destrozado. El amor que sentimos por ellos debe ser el motor que nos impulse a ser los padres y madres que nuestros hijos amaron (y aman, donde quiera que estén).
- Si necesitas ayuda... ¡recibirla estará bien! Es cierto que la mayoría de personas no ha pasado lo que tú y no te entenderá del todo, pero a veces nuestra mente se “estaciona” en algunos procesos y no nos permite avanzar con la ley de la vida, que es la sanación, más aún si hay familia que sufre por tu causa. Un terapeuta, un sacerdote o un consejero puede serte de mucha ayuda para encontrar un camino adecuado a tu vivencia en particular. Si crees que alguna persona en especial te es difícil de sobrellevar por su estilo o por las cosas que te dice.. evítala ¡y no te sientas mal por ello! Recuerda que la idea no es sobrevivir sino volver a vivir… que al fin y al cabo debe ser lo que nuestros hijos desean para nosotros.. ¿no crees? pero eso requiere mucho, mucho, mucho valor y determinación. leí el otro día una imagen en la red que decía: "Lo más valiente que he hecho en mi vida fue seguir viviendo cuando quería morir". Y es cierto. vamos.. ¡a ser valientes!
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