Desde hace poco estoy participando de una agrupación llamada Thaniyay, en mi ciudad, Trujillo. Esta es una agrupación de servicio solidario que busca a poyar y acompañar a padres en duelo por la partida de sus hijos. Aunque llegué sin saber bien qué hacían, un poco a tientas, me hace mucho bien estar ahí. Si bien realizan actividades de sensibilización, entre otras, creo que su capacidad de entregar su tiempo y su amor para acompañar a otros en su dolor, es de por si, un gran regalo de profunda solidaridad.
Thaninyay, en quechua significa "sanarse" y es lo que se promueve al interior de la organización, la posibilidad de generar la autosanación por el camino de un duelo en compañía, en cordial aceptación y en libertad para expresarse, para llorar, para preguntar, para reclamar... y para sanar.
El grupo al que asisto es parte de la Asociación Thaniyay Perú, que viene funcionando desde mayo 2012, y que tiene por objetivo de ofrecer contención a todos aquellos padres que han pasado por la experiencia difícil de perder uno o más hijos y que deseen buscar una ayuda para trascender su dolor, a través de grupos de apoyo mutuo totalmente gratuitos.
Quienes pierden un hijo, no siempre pueden encontrar quien entienda su dolor, su desconcierto, su vacío. Este espacio está a disposición de quienes han pasado por una experiencia así o de quienes deben acompañar a un padre o madre que lo está haciendo. Tal vez mi experiencia y la de mi esposo, al pasar por ese trance, pueda ser útil a otros para darle un sentido a la pena, a la pérdida, y así hallar una salida al final de ese largo y oscuro túnel...
lunes, 9 de diciembre de 2019
lunes, 2 de diciembre de 2019
La muerte, explicada por una niña con cáncer terminal
Como oncólogo con 29 años de experiencia profesional, puedo decir que he crecido y cambiado debido a los dramas de mis pacientes. No conocemos nuestra dimensión real hasta que, en medio de la adversidad, descubrimos que somos capaces de ir mucho más allá.
He visto el drama de mis pacientes, pequeñas víctimas inocentes del cáncer. Con el nacimiento de mi primera hija, empecé a sentirme incómodo viendo el sufrimiento de los niños. Hasta el día en que un ángel pasó a mi lado.
Se llamaba Laura y tenía 11 años. Estaba agotada por dos largos años de tratamientos diferentes, manipulación, inyecciones y todos los problemas que implica la quimioterapia y la radiación. La vi llorar muchas veces; también vi el miedo en sus ojos.
He visto el drama de mis pacientes, pequeñas víctimas inocentes del cáncer. Con el nacimiento de mi primera hija, empecé a sentirme incómodo viendo el sufrimiento de los niños. Hasta el día en que un ángel pasó a mi lado.
Se llamaba Laura y tenía 11 años. Estaba agotada por dos largos años de tratamientos diferentes, manipulación, inyecciones y todos los problemas que implica la quimioterapia y la radiación. La vi llorar muchas veces; también vi el miedo en sus ojos.
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