
El duelo es una crisis vital que tambalea todo nuestro entorno. Lo cambia absolutamente todo. Lidiar con la ausencia y aprender a vivir sin ellos parece imposible.
Perdí a mis padres siendo una adolescente. Primero mi padre y un mes más tarde mi madre. Casualidades aterradoramente injustas. Sufrí mucho. Lloré. Me enfadé con el mundo. Y sentí que jamás lo superaría.
Mi vida cambió radicalmente. Desde la casa dónde vivía, hasta los valores que tenía. Dejé de ver el mundo como lo veía. Ya no me importaban las mismas cosas. Tuve que reordenar todos mis esquemas vitales y plantearme cómo quería vivir mi vida a partir de ese momento.
Me encerré a estudiar y me enfoqué en mi carrera profesional. Esto me ayudó a distraerme. Busca actividades que mantengan tu foco atencional alejado de la tristeza. Céntrate en lo que te apasiona. El paso del tiempo te permitirá recuperarte de la pérdida. Lloré muchísimo en aquella época. Estaba tremendamente convencida de que no volvería a ser feliz nunca. Perder a mi padre supuso para mi dejar de estar cerca de la persona más importante de mi vida. Y papápuede que de la persona más inteligente y culta que haya conocido jamás. De él aprendí lo importante que es aceptar lo que pasa, da igual lo que sea. Esto me ayudó paradójicamente a aceptar su ausencia. De él heredé la paciencia que me forzó a vivir con tranquilidad todo el sufrimiento que me dejó cuando nos despedimos. Me regaló la