En un post anterior (http://sobreviviendoanuestroshijos.blogspot.com/2012/10/que-es-la-vida.html), una lectora compartió con nosotros el texto de líneas abajo. Su calidad y su capacidad de reflejar la experiencia por la que muchos hemos pasado, amerita que vuelva a publicarlo aquí.
LOS HIJOS QUE PARTEN CON LA AURORA
Los hijos que parten con la aurora, ¿adónde van?
¿Qué misteriosa llamada no han podido resistir sus jóvenes destinos? ¿Qué hicieron ellos con nuestro amor y con sus plegarias?
La noche ilógica no dejó que el alba diera a luz el día. Apenas unos pasos separan a veces la tumba del abismo. El tiempo es corto entre la sonrisa que lo arrullaba todavía ayer, y el cielo tabicado de una tumba.
El río no hallará nada de todo lo que le prometían sus sueños: la caricia ruda de las rocas, los besos de las hierbas y las hojas, el galopar por la cumbre de la montaña y por el raso indolente de los prados. -Apenas nacido, el océano ya lo ha tragado.
Los hijos que parten con la aurora nos dejan con nuestros besos perdidos y con el peso de nuestro cariño inútil. Nos dejan con ese amor que nos tritura, que arrastra sus cruces y pesares. -Nuestros besos perdidos y nuestras amarguras que, éstos sí, jamás nos abandonan.
Y se nos dice: «La vida sigue y sigue. Tenemos que seguir también con ella». Pero nosotros, con la obstinación de pobres gentes que nada entienden del fragor de su futuro aniquilado, nosotros nos preguntamos: «¡Qué importa el camino que lleva hasta la tarde si hemos de marchar sin nuestro hijo!». Aquél que roba nuestros hijos, roba también el sabor de los frutos del jardín de la tierra, roba la esperanza de las estrellas y la calma de las horas. Y hace del cielo un mármol frío donde yacen nuestras súplicas. Nuestras súplicas; ¿quién las oye? ¿quién las oirá jamás? Si el cielo oyera las plegarias de una madre, el mármol se quebraría y su hijo volvería.