La siguiente es una adaptación de un artículo que hallé en la red y que contempla de un modo muy profesional sugerencias de posibles alternativas de superación de la pérdida.
Un padre no debería tener que enterrar a un niño. La muerte de un niño parece como algo “fuera de lugar”, “fuera de orden” y equivocado. Cada fibra de nuestro ser llora diciendo “¡no es justo!”, y realmente no lo es, porque la justicia no tiene nada que ver en esto... El dolor se va haciendo más grande con los días, conforme vamos “aterrizando” en la nueva realidad y uno se da cuenta que este es uno de los momentos más difíciles y dolorosos en la vida.
No solo sentimos el dolor por la pérdida de nuestro hijo sino también la pérdida de nuestros sueños y esperanzas para el futuro. Nuestros peores temores se han hecho realidad y nos sentimos responsables de haber fallado en el sagrado deber de proteger a nuestro hijo. Nuestra vida estaba centrada en él y parece que nada más importa, como si la vida ya no mereciera ser vivida.
Usted está viviendo una pesadilla por la cual nadie debería tener que pasar y el dolor es el precio que usted tiene que pagar por amar.
¿Qué me está pasando?
¿Qué me está pasando?
El dolor es una reacción natural y normal ante la pérdida. Es una respuesta física, emocional, espiritual y psicológica. Es un proceso complejo que afecta cada aspecto de su vida. Amor, ira, miedo, frustración, soledad y culpa son una parte del dolor.