domingo, 2 de octubre de 2011

Compartiendo el dolor, la esperanza y el amor


El pasado 27 recordamos 13 años desde que nuestra pequeña belleza se fue luego de sólo 12 días de estar entre nosotros. En ese breve tiempo nos dejó su dulzura y su ternura, y quedamos con ella en una deuda impagable que llevaremos hasta el día en que nos volvamos a ver.

En la misa y en el cementerio, dejándole una flores, pensaba cómo fue que logré sobrevivir. Contra lo que suelo hacer, ese día recordé cómo me sentía al principio, ese vacío hondo y oscuro en el que creía caer sin fin, ese no ser comprendida por nadie, ese querer morirte como única vía para dejar de sufrir.

Y aquí estoy. Con una nueva pequeña ya de 11 y un matrimonio que si bien sufrió en el proceso hoy sigue a pie firme su camino.

¿Qué hicimos? Nada que tú o alguien que esté sufriendo lo mismo no pueda hacer: darse tiempo, permitirse el dolor y el proceso de sufrirlo, abrir las puertas a la fe y a la ayuda de quienes tienen la capacidad para darla, y confiar en que en el plan de Dios todo tendrá sentido un día... No hay dolor más grande en la vida, pero también es la oportunidad más grande que tenemos para decirle a Dios: "gracias por lo que me diste y por lo que hoy me das". Sé que algún día nos contestará.

Un abrazo fuerte para todas las madres que sufren o han sufrido una pérdida como ésta. Estamos unidas, no en el dolor, sino en el amor.

jueves, 19 de mayo de 2011

No sé qué hacer después de su muerte...

La  siguiente es una adaptación de un artículo que hallé en la red y que contempla de un modo muy profesional sugerencias de posibles alternativas de superación de la pérdida.

Un padre no debería tener que enterrar a un niño. La muerte de un niño parece como algo “fuera de lugar”, “fuera de orden” y equivocado. Cada fibra de nuestro ser llora diciendo “¡no es justo!”, y realmente no lo es, porque la justicia no tiene nada que ver en esto... El dolor se va haciendo más grande con los días, conforme vamos “aterrizando” en la nueva realidad y uno se da cuenta que este es uno de los momentos más difíciles y dolorosos en la vida.
No solo sentimos el dolor por la pérdida de nuestro hijo sino también la pérdida de nuestros sueños y esperanzas para el futuro. Nuestros peores temores se han hecho realidad y nos sentimos responsables de haber fallado en el sagrado deber de proteger a nuestro hijo. Nuestra vida estaba centrada en él y parece que nada más importa, como si la vida ya no mereciera ser vivida.
Usted está viviendo una pesadilla por la cual nadie debería tener que pasar y el dolor es el precio que usted tiene que pagar por amar.

¿Qué me está pasando?
El dolor es una reacción natural y normal ante la pérdida. Es una respuesta física, emocional, espiritual y psicológica. Es un proceso complejo que afecta cada aspecto de su vida. Amor, ira, miedo, frustración, soledad y culpa son una parte del dolor.

sábado, 30 de abril de 2011

Cuando el tiempo es escencial: La Ley Brunito


Muchas veces la tragedia no llega a un hospital, y se aparece en una calle cercana, a veces a la vuelta de la esquina. A veces un niño está cogido de la mano de su madre y en unos segundos desaparece de su lado y el mundo se convierte en una vorágine de desesperación y angustia.


Sólo quien alguna vez tuvo esa experiencia sabe lo terrible que es.
A mí me pasó, aunque logré hallar a mi hija sólo un poco después, y logré restituir la paz de mi vida, pero no siempre el resultado es feliz. Esto es lo que les pasó a los padres de Bruno Rodríguez Rojas, un hermoso y dulce niño de once años, que debido a sus problemas de autismo, se asustó en el centro de Lima y se soltó de su mamá.


Pese al clamor de la familia, por alguna infeliz  norma la policía no recibe denuncias de extravío hasta después de 24 horas, pese a que, según los informes de instituciones expertas en estos temas, es justo en ese plazo cuando se puede actuar con efectividad y evitar una desgracia, y por lo lo tanto no colaboró en la búsqueda del niño. A Bruno esa norma le costó la vida, pues pese a que sus familiares lo buscaron con desesperación, no pudieron evitar que muriera arrollado por un tren.