domingo, 2 de octubre de 2011

Compartiendo el dolor, la esperanza y el amor


El pasado 27 recordamos 13 años desde que nuestra pequeña belleza se fue luego de sólo 12 días de estar entre nosotros. En ese breve tiempo nos dejó su dulzura y su ternura, y quedamos con ella en una deuda impagable que llevaremos hasta el día en que nos volvamos a ver.

En la misa y en el cementerio, dejándole una flores, pensaba cómo fue que logré sobrevivir. Contra lo que suelo hacer, ese día recordé cómo me sentía al principio, ese vacío hondo y oscuro en el que creía caer sin fin, ese no ser comprendida por nadie, ese querer morirte como única vía para dejar de sufrir.

Y aquí estoy. Con una nueva pequeña ya de 11 y un matrimonio que si bien sufrió en el proceso hoy sigue a pie firme su camino.

¿Qué hicimos? Nada que tú o alguien que esté sufriendo lo mismo no pueda hacer: darse tiempo, permitirse el dolor y el proceso de sufrirlo, abrir las puertas a la fe y a la ayuda de quienes tienen la capacidad para darla, y confiar en que en el plan de Dios todo tendrá sentido un día... No hay dolor más grande en la vida, pero también es la oportunidad más grande que tenemos para decirle a Dios: "gracias por lo que me diste y por lo que hoy me das". Sé que algún día nos contestará.

Un abrazo fuerte para todas las madres que sufren o han sufrido una pérdida como ésta. Estamos unidas, no en el dolor, sino en el amor.